Lucía nació en 1928 en Carcedo, eran dos hermanas sólo, algo inusual en la época. La Guerra Civil la pilló muy niña y
no tenía muchos recuerdos.
Siempre fue muy alta y eso la acomplejaba un poco, solo un poco, también se ponía muy morena porque ni ella ni su hermana se cubrían para ir a trabajar, lo blanco estaba de moda pero ellas pasaban del tema, bastante que permitía que le rizaran su pelo liso como una tabla. Era una lectora voraz y le encantaba el teatro, hasta hizo sus pinitos con sus compañeros del pueblo.
A los 22 años se casó con un chaval del pueblo de al lado con el que llevaba cortejando 5 años, un buen mozo, más alto que ella y guapetón, tuvieron un hijo y los médicos les dijeron que no habría más, era imposible: el parto la había dejado estéril.
Planearon emigrar a Argentina y con todo preparado (casa y empleo allí) la mala suerte en forma de accidente de tráfico hizo que Lucía perdiese totalmente la movilidad de la mano derecha con 26 años, le quedó todo el brazo como una rama seca. Tuvo que aprender a hacerlo todo otra vez con la izquierda y renunciar al viaje al otro lado del charco «no embarcaban inútiles» cito palabras textuales.
Lucía se reinventó, «estéril e inutil» le habíandicho, tuvieron que cambiar Argentina por Oviedo, regresar años después al pueblo por motivos familiares y allí enterarse de que esperaba otro hijo (sí, eso que era imposible, ya no era estéril, mira por donde) lo pasó mal pensando cómo se arreglaría con un bebé y una mano pero con la ayuda de su marido, su todo según ella, lo consiguió porque no era ninguna inútil.
Muchas cosas aprendí yo de mi güela Lucía, cuando yo nací ella tenía mi edad ahora, la gente pensaba que era mi madre, la disfruté hasta los 31 años cuando el puto cáncer que ya le había dado dos zarpazos del tercero se la llevó. Era muy recta, su moral religiosa era para ella muy importante, pero los demás que hicieran lo que quisieran.
La devoción por la familia, el adaptarse a las circunstancias, algunas recetas que no tienen precio y secretos de belleza que entre nosotras se quedan y sobre todo el ser incondicional, eso me inspiró mi güela Lucía.
Y mientras una Fernández Cernuda caminé ondulante, se ría a carcajadas con la boca bien abierta y echando la cabeza hacia atrás o grité con un agudo que se oiga a través de todo un valle Lucía paseará por aquí en 2020 con sus nietas y bisnietas.
Fíjate, aún ronda por su galería bien caldeada por la catalítica, con un culebrón de fondo, una novela en la mano y un cuento sobre milanos listo para narrar.