Papi, a casita no

Esa niña equipada como una gladiadora americana para patinar en el patio con ese padre todo disposición, situación idílica el domingo, el lunes, el martes, pero, ay amiga, el miércoles la chiquilla se remonta y no quiere volver al hogar,

montó un pollo que parecía en diablo de Tasmania cruzado con Atila en patines. Qué gritos pueden salir de un cuerpo tan pequeño.

-Noooooo, papi, noooo, déjame en paz. A casita nooooooooooo.

Sonidos guturales, patadas bien dirigidas hacia el aparato reproductor de papi, y por supuesto la vecina que salen a dar «apoyo moral» a ese ente paternal y desesperado.

-Deja a la guaja un poquitín más, ho, qué más da, aquí no os va a ver nadie.

Y ese padre moderno, que mira a la vecina con ojos rojos y destructores que ni el de los X Men

– Ya, Loli, pero hay que dar ejemplo, la nena tiene que aprender a respetar los límites.

– Ay, Dios, como tú, gallu, que siempre pedías diez minutinos más a tu madre cuando te mandaba subir pa cenar, anda, no seas más papista que el Papa ahora, carajo.

– Loli, no me estás ayudando, que me hundes, muyer.

En esas la rapacina ya se había dado a la fuga y desaparecido por otro patio. Confieso que ejercí de chivata y pinza de tender como dedo acusador señalé a «papi» dónde estaba la presidiaria.

Y vuelta la mula al trigo, y más gritos, y más ruidos, la patinadora parecía poseída por diez demonios uzbekos. Hasta que claro, Davicín (así llamábamos a » papi» de pequeño, concretamente «Davicín diez minutos») tiró el arma al río, se rindió y dijo las palabras mágicas.

– Venga, Lucía, que te dejo jugar con Pelayo al Fornite.

Y Belzebú se convirtió en Dora la exploradora, y toda nice y cuqui enfiló hacia el portal.

Mientras la querida vecina, que quiere a Davicín como a un hijo, dio la puntilla:

– Ves, bobu, tantas moderneces pa acabar bajando los pantalones, al final la guaja estuvo más tiempo y encima «de postre» va a jugar a la tableta esa.Ay, Dios, si levanta tu madre la cabeza cobráis los dos. Quien a los suyos se parece honra merece y a la nena, como a ti, le va a quedar «Lucía diez minutinos».

David ya no abrió la boca porque también quiere a Loli como a una madre y bastante tiene con lo que tiene: criarte en los ochenta y ser padre durmiendo con Montesori, la súper Nani y el de asuntos sociales…muchos en la cama.

La niña subió los escalones con patines y todo y cuando iba a entrar al portal, como una Lina Morgan del siglo XXI saludó:

– Hasta mañana, Loli. Y ahora sí, papi, vamos para casita.

Solo le faltó decir:

🎶Tra trá🎶


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