Sí. Hoy he entrado de esta guisa en el banco:
Con un par…de mascarillas
con mi uno ochenta y cinco, mi conjunto «confi» (confi: mis cojones 33, es un chándal y tú y yo lo sabemos, pero las influencers no) y he perdido la paciencia.
Y no, no es algo que me suceda a menudo. Es más, mi cajero del banco de confianza (que hoy no estaba, de ahí el drama) siempre alaba mi buen humor y se ríe con mis chascarrillos, menos mal que hoy no me vio porque se le hubiera caído el mito.
Vale, había otro empleado que las dos veces al año que coincido con él la lía, parda, se entretiene, charlotea en la calle mientras que la cola crece y crece, es desagradable, y da informaciones contradictorias…pero ay, amigiguina, hoy me pilló a mí con el culo torcido… y estalló la lancha 🤦🏼♀️.
Tampoco voy a entrar en detalles, solo aclararé que las palabras «bomba»; «inutilidad congénita» y «San Pito Pato» fluctuaron por la entidad bancaria.
En esta vida todo tiene sus pros y sus contras, y el no tener ni padres ni abuelos hace que ya ni tenga que comportarme «como una señorita» estoy liberada, Mari.
Aunque otra cosa te digo, si esto mismo se lo hace a mi madre acaban llegando tres lecheras con un batallón de pitufos porque sí que ese personaje iba a saber lo que vale una grosería, yo lo sé, tú lo sabes y el director de la oficina bancaria también…yo creo que sigue allí de pie porque entré …como una ola…y salí como un tsunami.