«Un bonito día en el vecindario» trata temas personales que se convierten en universales y por lo tanto te tocan el corazón (si tienes, claro).
Un periodista que acaba de ser padre nota como el rencor hacia el suyo se reaviva seguramente al sentir el amor incondicional por su hijo y ser incapaz de comprender y asumir el abandono que sufrió. Está ese dicho de: es más feo que pegar a un padre. Pues aquí Chris Cooper, el bad dady, recibe hostias como panes. Lo peculiar de la historia es que el protagonista/hijo abandonado es periodista y tiene que entrevistar a una figura televisiva que presenta una especie de Barrio Sésamo profundo y entablan una relación personal que también influye en lo personal. Sinceramente, al comienzo me pareció una pastelada con un Tom Hanks envarado y repeinado que canta y hace de psiquiatra pacotillero.
Algo pasó, la magia del cine, que dejé el móvil, el fairy y hasta las cremas y la extraña relación entre Tom y Michael Rhys me interesó, conmovió y sí, lo admito, terminé llorando, qué bien.
En estos tiempos en lo que solo me distraen as producciones sobre muerte y destrucción esta película peculiar, raruca, con un repartazo y marionetas me consoló, y eso es mucho.